10 curiosidades sobre la tumba de Tutankamón


El descubrimiento en 1922 de la tumba de Tutankamón fue uno de los mayores logros de la arqueología mundial. ¿Por qué fue tan relevante? ¿Dónde se encontraba enterrado el joven faraón? ¿De qué estaba compuesto su ajuar funerario? He aquí algunas de las claves.

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Sergi Alcalde National Geographic
Sergi Alcalde

Periodista especializado en ciencia, sociedad y medio ambiente

En noviembre de 1922, el arqueólogo Howard Carter dio con el que sería el descubrimiento arqueológico del siglo: había encontrado la tumba de Tutankamón después de años de excavaciones infructuosas. Se topó fortuitamente con una escalera enterrada que conducía a los primeros escalones de una tumba que, por suerte, no había sido saqueada como sí había ocurrido con muchas otras durante cientos de años antes. Cuando accedió a la cámara funeraria, encendió una vela para ver lo que contenía. Su compañero Lord Carnarvon preguntó con impaciencia: “¿Ve algo?”, y Carter respondió: “Sí. Es maravilloso”. Un trono de oro, estatuas doradas, criaturas fantásticas… se encontraba delante de un tesoro inédito en la historia de la arqueología. Encontraron un sepulcro prácticamente intacto que contenía más de 5.000 objetos.

Valle de los Reyes

Foto: AP

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Tutankamón en el Valle de los Reyes

El joven faraón descansaba en el denominado Valle de los Reyes, una necrópolis construida en un wadi situado en las cercanías de Luxor, en la orilla occidental del Nilo. Allí, durante quinientos años, entre 1552 y 1069 a.C., gobernaron las dinastías XVIII, XIX y XX, un período conocido como Imperio Nuevo. Los antiguos egipcios lo llamaban “El Gran Lugar”, aunque también se refirieron a él como “El Gran Campo”, “La Bella Escalera del Oeste”. Para los antiguos egipcios se trataba de un lugar sagrado desde el que se podía llegar al Más Allá. 

 

Estructura de la tumba

Ilustración: David Martínez; fuente: Theban Mapping Project; National Geographic

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Estructura de la tumba de Tutankamón

En el Valle de los Reyes se han encontrado más de 60 de tumbas reales, entre ellas la de la reina Hatshepsut, una de las pocas mujeres que alcanzó el rango de faraón en el Antiguo Egipto. También fueron enterrados Tutmosis I y II, Amenhotep II III, la reina Tyi, así como los faraones Ramsés I, II, III, IV, V, VI, VII, IX y X. 

El diseño de la tumba de Tutankamón es típico de los reyes de la XVIII dinastía. A la entrada se encuentra un tramo de escaleras que conduce a un corto pasillo de ocho metros de longitud que conecta con el hipogeo. La primera sala es la antecámara, donde se encontraron muchos de los objetos destinados a acompañar al joven faraón a la otra vida. De esta sala parte un anexo, y una abertura que conduce hacia la cámara funeraria y la cámara del tesoro. Hace años que se especula sobre la posible existencia de dos cámaras ocultas, pero hasta ahora no se ha podido demostrar.  La longitud de la tumba es de 30,79 metros, con una superficie de 109,83 m2.

 

Pinturas murales

Foto: AP

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Pinturas murales

La decoración de su cámara funeraria incluye coloridas imágenes de los rituales realizados en honor del soberano. Destaca la escena representada en la pared norte. En ella, a modo de guía para orientarse en el más allá, aparecen siete figuras divividas en tres escenas separadas. De derecha e izquierda, la primera de ellas representa el “ritual de apertura de la boca”, en el que el sucesor del joven rey, Ay, aparece vestido con ropa de sacerdote sosteniendo un instrumento especial. En la escena central, Tutankamón, vestido como rey viviente, es recibido por Nut, la diosa del cielo, mientras que en la escena final, el faraón y su ka, o fuerza vital, abrazan a Osiris. 

Las escenas ilustradas en el muro oeste describen el viaje de Ra, el dios del Sol, en su barca solar rumbo al Más Allá. En la escena superior aparece la barca solar y el escarabajo Jepri, que representa al dios solar, acompañado de cinco deidades. En la escena inferior aparecen doce babuinos en cuclillas, que se cree representan las doce horas nocturnas que deberá pasar el joven faraón en su viaje hacia el Más Allá.

 

Foto: CordonPress

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Estatuas a tamaño natural

Una de las escenas que más sorprendió a Carter cuando entró en la antecámara de la tumba de Tutankamón fueron dos figuras de tamaño natural que flanqueaban la cámara funeraria del joven rey como si de dos centinelas se tratasen. Representaban al propio Tutankamón, y ejercían de centinelas de la cámara funeraria del joven rey. Además, servían como recipientes para que su ka, o fuerza vital, pudiera habitarlos en la otra vida. Ambas son similares, pues se representan de pie, con la pierna izquierda avanzada. Tutankamón aparece ataviado con un collar ancho sobre el pecho. En las manos portan muñequeras y brazaletes, y van vestidas con un faldellín que les llega hasta las rodillas. 

 

Triple ataúd

Foto: AP

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Triple ataúd de la tumba de Tutankamón

Debajo de cinco capillas doradas dispuestas una sobre la otra se encontraba un enorme sarcófago tallado en un único bloque de cuarcita que contenía tres ataúdes en forma de momia. En todos ellos, el joven faraón aparece con el báculo y el mayal, símbolos del poder real. Carter se sorprendió al encontrar el segundo ataúd, al que bautizó como “el más espléndido ejemplo del antiguo arte de fabricación de ataúdes jamás visto”. El tercero, cubierto de sudarios y guirnaldas de flores, estaba hecho de oro macizo. En su interior se encontraba el cuerpo momificado del joven faraón, cuyo rostro quedaba cubierto con una máscara funeraria de oro y lapislázuli.

Trono de oro

Foto: Cordonpress

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Trono de oro

El trono de oro de Tutankamón (réplica, en la imagen), se encontraba entre los objetos más bellos acumulados en la antecámara del joven rey. La pieza mide 104 centímetros de alto, 53 de ancho y 59 de profundidad, y se construyó ensamblando trozos de madera que recubrieron con tonos dorados, vidrio coloreado e incrustaciones de piedras semipreciosas. La escena representa al joven faraón acompañado de su esposa, la reina Anjesenamón.

Máscara funeraria

Foto: AP

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La máscara funeraria de Tutankamón

Una de las piezas más representativas de la tumba de Tutankamón es su máscara funeraria, fabricada en oro, vidrio y piedras semipreciosas.  La obra maestra también simboliza la riqueza de la XVIII dinastía de Egipto (siglos XVI a XIII a.C.). En ella se aprecia el tocado Nemes (una tela funeraria a rayas se usaba para representar a los faraones difuntos), además de las diosas Nejbet y Uadyet, representadas como un buitre y una cobra, que protegían a Tutankamón en su sepulcro. La barba postiza estaba fijada a la máscara con un tubo de oro que se había impregnado con un pegamento natural: cera de abejas. 

Joyas

Foto: Cordonpress

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Joyas

En la tumba fueron descubiertas unas 200 joyas pertenecientes al joven faraón, entre las que se encontraban cuentas, brazaletes, anillos, amuletos y collares, todo ello confeccionado con las combinaciones de materiales más preciados del momento, lo que daba una idea de la opulencia del joven rey.

Animales

Foto: AP

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Animales

En la antecámara también se encontraron varias cabezas de animales, entre las que destaca esta imagen de un leopardo con el cartucho del joven rey incrustando entre los ojos. Iba acompañada de una tela que imitaba la piel del felino. Los animales estaban presentes en todos los ámbitos de la vida cotidiana de los antiguos egipcios, especialmente en el religioso, pues eran considerados representaciones terrenales de los dioses. Era muy frecuente, pues, que fueran usados como ofrendas o exvotos. 

 

Maldición de Tutankamón

Foto: Cordon Press

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Maldición de Tutankamón

Poco después del descubrimiento de la tumba de Tutankamón tuvieron lugar una serie de muertes que alimentaron la creencia de aquellos que habían osado profanar la tumba del rey se enfrentaban a una suerte de maldición oculta. El finado más famoso era el propio Lord Carnarvon, el mecenas que financió la excavación, quien falleció a causa de una infección provocada por una picadura de mosquito. No fue el único, fallecieron también el encargado de dar el último golpe al muro desde el que se accedía a la cámara funeraria, donde se encontraba el sarcófago, el hermano de Carnarvon, e incluso Archibald Douglas Reid, quien radiografió la tumba del joven rey. Investigaciones recientes han concluido que una de las posibles explicaciones podría ser la dispersión de microorganismos que habían permanecido dormidos durante todo este tiempo, entre ellos hongos de la especie Aspergillus, cuyas esporas pueden permanecer activas durante miles de años. 

 



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