Es una mujer de acción. Segura, decidida, que sabe hacia dónde va, y por qué. En su presencia, se percibe la fuerza que la guía, sabiéndose representante de pueblos ancestrales, que en ella confían.
Es Elizabeth “Chava” Moreno Barco, de 55 años, nacida en Togoromá, en el Municipio litoral del San Juan, departamento del Chocó, en el Pacífico colombiano.
Es lideresa de las comunidades afro-indígenas de la región, y ellas motivan toda su tarea, la cual le ha valido el Premio regional Nansen de ACNURpara los Refugiados 2023.
“Vengo de un territorio colectivo de comunidades negras e indígenas”, se presenta en diálogo con DW. “Nosotros vivíamos en armonía y felices en el medio que nos rodeaba, con la naturaleza y todos sus habitantes”, cuenta, a su paso por Ginebra para recibir la distinción. “Pero, hoy, ese territorio está en extinción física y cultural, por las históricas violaciones a los derechos humanos, económicos, sociales, culturales y ambientales, por la ausencia de Gobiernos anteriores y la guerra activa que no para”, describe.
Sus comienzos
“Chava”, como todos la llaman, debió salir a trabajar muy joven. Tercera de seis hermanos, y con una madre viuda a temprana edad, se dedicó a la panadería ancestral con su abuela. “Amasábamos a mano, no había molino, ni electricidad”, recuerda.
Muy joven fue madre, tuvo cuatro hijos, y hoy se le ilumina la mirada cuando habla de sus tres nietos. Su vida fue un constante sortear obstáculos, y seguir, a pesar de todo.
“Mi sueño siempre fue ser enfermera, y lo pude cumplir, pero primero tuve que terminar el bachillerato, que cursé los fines de semana, en una comunidad vecina, luego de tener a mis cuatro hijos”, relata.
“Dejé mi pueblo a los 16 años”, recuerda, siguiendo oportunidades laborales. Luego volvió, “pero nos tocó reubicarnos por desastres naturales: el mar se llevó la comunidad”, cuenta.
Más acá en el tiempo, en 2013, fue testigo de los cadáveres que flotaban por el río San Juan, su río, y comprendió que el conflicto armado había llegado a su puerta, y debía pasar a engrosar las filas de los desplazados internos en su país.
Será por eso que hoy su labor se centra especialmente en la defensa de los derechos de los refugiados, desplazados y apátridas de la región.
“Yo no me le callo a nadie porque, si bien he aprendido, como decía mi abuela, que no todo carajo se contesta, he aprendido a reclamar mis derechos”, explica risueña y convencida a la vez.
“Basta ya de sufrir en silencio”, subraya, por si quedaran dudas, lo que significa para ella su misión como representante de las comunidades.
La violencia en la actualidad
“El conflicto armado interno en mi país ha perdurado por más de seis décadas y, a pesar de los esfuerzos del Gobierno actual, de las organizaciones y de las comunidades, en la implementación del Acuerdo de Paz firmado en el 2016 entre el gobierno y las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y Ejército del Pueblo), ha sido difícil”, explica.
“Pero no es imposible, y soñamos con su implementación y, en especial, con el capítulo étnico, que les da una oportunidad a las comunidades”, puntualiza.
“Entre el 2017 y el 2023, el desplazamiento forzado persiste en nuestros territorios, al igual que el confinamiento, afectando de manera desproporcionada a las poblaciones indígenas y afrodescendientes que habitamos en ellas”, indica sobre la situación presente.
Como si fuera una tarea fácil
Pero “Chava” no baja los brazos. De hecho, recientemente ha negociado con éxito, con los grupos armados, la liberación de jóvenes secuestrados, entre ellos, dos niños, que pudieron volver a reunirse con sus familias.
“El hecho de ser autoridad dentro de un territorio, nos da la facilidad de poder interactuar no solamente con los actores legales, sino también con los ilegales”, refiere. “Podemos estar en diferentes escenarios, conversar y llegar a acuerdos”, dice, casi como si fuera una tarea fácil.
Su lucha es, en definitiva, por la paz, pero bien entendida. “El silenciamiento de las armas no es la paz, eso solo permite que cesen las confrontaciones armadas, pero dónde está la justicia social, la atención integral a la población, el respeto y la autonomía”, reclama.
El camino que “Chava” ha elegido es el de denunciar, hablar y visibilizar. Sabe que no es fácil. “Uno de nuestros principales temores es el silencio”, insiste. “Pero los líderes asumimos la responsabilidad de nuestras propias vidas. Los que mostramos la realidad que vivimos, en muchos casos, recibimos como recompensa la muerte. Sé que no estoy exenta, pero me sostiene la transparencia, la confianza y la verdad”, asegura, y cómo no creerle.
(rml)