Unos días antes de que Vladímir Putin lanzara su llamada “operación militar especial” en Ucrania, Irene Savio llegó a Kiev junto a su compañera Leticia Álvarez Reguera, con quien estaba trabajando en reportajes sobre la tensión bélica en el Báltico.
Aquel 24 de febrero de 2022, Leticia despertó a Irene a los gritos: “¡Irene, las sirenas!”. La invasión de la que tanto se había advertido, y que muchos no creían que pudiera ocurrir, finalmente había comenzado.
Así, de un momento a otro, Irene y Leticia estaban en medio de una guerra, y siendo unas de las pocas periodistas en el terreno en ese momento, fueron contactadas por un gran número de medios para que contaran de primera mano lo que estaba sucediendo. Así, tras un primer directo en televisión, salieron a la calle y sin pensarlo, ya estaban trabajando de nuevo. “No había tiempo para más”.
Antes de Ucrania
Irene Savio creció entre Australia, Argentina y Europa; habla 5 idiomas (ahora está intentado aprender ruso), tiene un máster en Derecho Internacional, y junto a su colega Leticia ha escrito un libro enfocado en las migraciones, Mi nombre es refugiado.
Pero, sobre todo, Irene Savio siempre ha sido periodista.
Irene Savio, periodista que lleva cubriendo la situación en Ucrania desde 2014.
“Es el periodismo lo que ha apasionado mi vida”, me dijo desde Kiev después de proponerle que nos contara cómo habían sido para ella, como corresponsal de guerra, estos dos años de conflicto.
Conocí a Irene cuando ambos trabajábamos para un diario en México. Ella como corresponsal en Roma y yo como coordinador de corresponsales internacionales. Y es que, casi toda su trayectoria, la ha dedicado a la información internacional, en zonas de conflicto y posconflicto. Además de Ucrania, ha trabajado en los Balcanes, Grecia, Turquía, Líbano, Túnez, Italia y también en algunos países de África y Latinoamérica.
Mirar más allá
“Lo que intento es no solo mirar el centro de la noticia, sino todo lo que está alrededor. No solo el contexto sino también las eventuales contradicciones”, me dijo Irene sobre su forma de hacer periodismo.
De su experiencia en Ucrania, han surgido 13 relatos breves sobre la guerra en ficción realista, sobre situaciones cotidianas, a veces absurdas, que ha presenciado durante el conflicto.
“La idea es llevar a la persona que lee hasta el lugar, a sentirse físicamente presente en Ucrania, sentir su dolor, su tristeza, sus alegrías, las risas, las ganas de vivir que tenemos todos los seres humanos, porque nuestro instinto de supervivencia es muy fuerte”.
Desde Kiev, donde continúa su labor periodística, Irene respondió algunas preguntas para National Geographic España sobre la cobertura del conflicto, más allá de los titulares.
¿Cómo fue que llegaste a Ucrania?
La primera vez fue cuando empezó la guerra ruso-ucraniana. Era 2014 y fui básicamente porque soy un alma inquieta y me interesa el mundo eslavo. Desde entonces, Ucrania ha sido importante en mi vida, aquí crecí como persona y profesional.
También es cierto que ahora todo ha cambiado mucho, aquel grupo inicial de periodistas de 2014, del que hoy no queda prácticamente nadie en el terreno en Ucrania, trabajábamos en modo supervivencia, los fíxeres (personas que contratadas por los periodistas cuando viajan a una nueva ubicación) casi no existían y las mujeres éramos poquísimas en Crimea, en el Donbás. Además esta segunda fase de la guerra ruso-ucraniana es terrible para la gente común, pero sobre todo para los soldados en el frente.
Irene Savio y sus colaboradores durante la cobertura del conflicto en Ucrania.
¿Dónde estabas cuando Rusia lanzó su “operación MILITAR especial” en Ucrania?
En Kiev. Había llegado unos días antes con mi compañera Leticia Álvarez Reguera. Veníamos de trabajar en unos reportajes sobre la tensión bélica en el Báltico y aquella mañana, me despertó gritándome: ¡Irene, las sirenas! Imposible de olvidar.
Tengo una relación especial con Leticia por nuestra forma de ser y tal vez porque es en el caos y la dificultad que se ve quién eres. Nosotras funcionamos como un reloj suizo, muy racionales y funcionales en la reacción en circunstancias así. Así fue aquella mañana: después de hacer el primer directo por televisión, nos vestimos, salimos a la calle, buscamos un sitio más seguro y nos pusimos de nuevo a trabajar. No había tiempo para más.
“Es el periodismo lo que ha apasionado mi vida”
Pero nunca me quise ir. Quería contar esta historia y he tenido muchas satisfacciones. Una que recuerdo ahora mismo: cuando aún Izium estaba ocupada por las tropas rusas llegamos muy cerca y el alcalde del pueblo nos dijo que éramos los primeros de fuera que veía en mucho tiempo. Así pudimos contar cómo los funcionarios ucranianos exiliados seguían trabajando a través de redes encubiertas, en la sombra.
¿Tenías experiencia en otros conflictos similares?
En una guerra convencional como la de Ucrania, no. Había trabajado en Siria y en Túnez durante las revueltas árabes, también en algunos lugares de África con riesgo de secuestros y en fronteras complicadas de Latinoamérica, pero enfrentarse a un contexto bélico como el de la guerra ruso-ucraniana es otra cosa porque, en cierto sentido, nos ha hecho retroceder al siglo XX.
Puedo decir que en parte me ayudó haber recibido entrenamiento para trabajar en conflictos armados. Y esto no es retórica, creo mucho en que es importante estudiar y estar bien preparados, nos lo debemos a nosotros mismos, y a la información. Además, un anciano reportero me enseñó que periodista muerto es periodista que no escribe.
¿Cómo es la vida de una corresponsal de guerra en el terreno? ¿Se corren muchos riesgos?
Depende de dónde estás. Lo cierto es que no es lo mismo estar ahora mismo en Kiev, donde hay un especie de escudo antiaéreo que protege la ciudad, o en el oeste, donde los ataques siempre ha sido menos frecuentes, que desplazarte al frente en el este, donde la población está sufriendo enormemente; es importante contarlo.
Pero también me hago preguntas: ¿Cómo funciona de verdad un país en guerra? ¿Quién manda de verdad? ¿Quién toma las decisiones de la guerra? ¿Cuáles son los equilibrios políticos? En síntesis, ¿dónde está el poder? En este último viaje para El Periódico, he intentado adentrarme por este camino. Esto se lo debo a toda la redacción, a nuestro director Albert Sáez, a mis jefes Laura Puig y José Rico y a Rafa Julve.
“Te preguntan: ‘¿has tenido miedo?’ Nunca he sabido qué contestar. ¿Cómo no voy a tener miedo?”
¿Y cómo es el día a día de la gente en un país en guerra, más allá de los titulares?
Los seres humanos tenemos una altísima capacidad de adaptación a los contextos más adversos, y así pasa también en Ucrania. Eso sí, la gente en Ucrania está exhausta y traumatizada. Es algo que no hay que olvidar cuando nos chirría alguna opinión que pueden manifestar. Han sido invadidos y lo que se ha quebrado aquí tardará muchos años en recomponerse, probablemente más de una o dos generaciones, como nos recuerdan los Balcanes. Esto es un hecho.
¿Cuál crees que es la principal responsabilidad del periodismo durante un conflicto de esta envergadura?
Dudar, y no olvidar la deontología. Buscar respuestas complejas y quizá dolorosas cuando se cubre la información. En esto creo que parte de la prensa ucraniana están haciendo un gran trabajo, escriben sin complejos de corrupción, de sus fallos democráticos, de las críticas a Zelenski que son muchas porque en este país, a puerta cerrada, se discute mucho. Incluso los soldados se abren si logras dar con la tecla adecuada. Otra cosa es el discurso para los de fuera. El reto para los internacionales es captar estas realidades.
¿Qué dirías que has aprendido de esta cobertura? ¿Te ha dejado alguna enseñanza de vida?
Muchas. Dos años después, puedo decir que, tras meses cubriendo la guerra de forma casi ininterrumpida, volver a la vida donde no hay guerra ha sido complicado. Hablar de cosas fútiles. Salir con amigos. Todo eso se hace complicado porque vives casi como si estuvieras en otro planeta. Te preguntan: ¿has tenido miedo? Nunca he sabido qué contestar. ¿Cómo no voy a tener miedo?
Además algún amigo, con todas las buenas intenciones, empezó a insistir en aquello de ir al psicólogo por lo del estrés postraumático. Me resistí pero empecé a escribir relatos breves y no pude parar. Empecé con uno y ahora ya son trece desde 2014 hasta hoy. Es ficción realista, basada en personajes reales, así como situaciones absurdas aunque cotidianas que he presenciado durante el conflicto. La ficción está en el ensamblaje. Además, un relato, un poco irónico, es sobre los corresponsales de guerra. Quién sabe, tal vez un día los publique.