Si rasuráramos el manto de un tigre, sus líneas se seguirían viendo sobre la piel, como si estuvieran tatuadas. Son únicas, singulares, funcionan como una huella dactilar, ni un solo dibujo ni un tigre igual. Sus treinta dientes miden entre 7,5 y 10 centímetros y aseguran con esta longitud una de las mordidas más brutales del reino animal.
Es el tigre, Panthera tigris, un icono entre las fieras, el rey de los depredadores, el más grande de todos, robusto, capaz de arrastrar a un animal con el doble de su peso. En riesgo de extinción, se calcula que actualmente hay solo 4500 ejemplares de tigres silvestres en los bosques y las sabanas del mundo -un siglo atrás se contaban 100.000- y este número, debido a la caza furtiva y a la pérdida de habitat, va en franco declive.
De las nueve subespecies originales de tigre solo quedan seis. El rugido más fuerte, por ser el tigre más numeroso, corresponde al tigre de Bengala, Panthera tigris tigris. Es el animal más representativo de la India y de Bangladesh.
Las rayas negras y grises que luce resiguiéndole el cuerpo de arriba abajo son inconfundibles y esta semana ha sido objeto de noticia. ¿Por qué? Pues porque un tigre dorado, sin estas rayas características, fue fotografiado en el Parque Nacional de Kaziranga, en el estado de Assam, en el norte de la India.
Este color tan peculiar es una mala noticia para los conservacionistas porque el tigre dorado no es una subespecie, sigue siendo un tigre de bengala como los que habitan en el parque, pero tiene un trastorno genético que se hace obvio en su pelaje y que solo aparece en nuevos ejemplares cuando sus dos progenitores llevan este gen recesivo que no tiene por qué ser visible.
La interpretación científica la encontrarás en este artículo, pero la conclusión te la contamos aquí: cada vez hay menos tigres de bengala y el peligro de que desaparezcan del todo es enorme.
El tamaño no importa, ni cuenta, cuando de curiosidades animales hablamos, así que de los enormes tigres que pueden llegar a medir casi tres metros nos vamos a las moscas de la fruta, la Drosophila melanogaster, que se exhiben muy felices con sus escasos dos milímetros.
¿Sabías que, curiosamente, los machos de esta especie buscan emborracharse cuando no tienen oportunidad de reproducirse? ¿Te suena? Pues sí: estos animales diminutos que son top models de laboratorio por sus similitudes genéticas con los humanos han demostrado tener un comportamiento ampliamente conocido cuando les dan calabazas: si no pueden copular, buscan alimentos que contengan alcohol. Así lo constató hace algunos años un experimento realizado por dos universidades americanas.
Ahora, otro estudio reciente de la Universidad de Exeter en el Reino Unido ha evidenciado, además, que bajo los efectos de alimentos que contengan etanol, las hembras de Drosophila melanogaster se aparejan antes y son menos selectivas.
Quedaría bien decir que obviamos comparaciones, pero no, porque justamente de esto se trata: de demostrar que los comportamientos de privación sexual, de recompensa y el uso y abuso de drogas se relacionan entre ellos. Las moscas y sus desvelos amorosos son de lo más útil para la ciencia, y para todos.
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