En un reciente giro de los acontecimientos que ha sacudido el sector agrícola y de consumo en España, recientemente se ha lanzado una alerta sanitaria debido a la detección de hepatitis A en fresas importadas desde Marruecos. La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) ha sido la voz líder en expresar su profunda preocupación y ha solicitado medidas inmediatas tanto al gobierno central como a la Unión Europea.
Este incidente no solo pone de manifiesto los desafíos asociados con la importación de productos agrícolas de terceros países, sino que también resalta la importancia de controles sanitarios rigurosos en los puntos de entrada a España.
Según la información proporcionada por el sistema de alerta rápida para alimentos y piensos (RASFF) de la Unión Europea, las fresas en cuestión presentan niveles de hepatitis A que superan el límite máximo permitido, lo que las clasifica bajo un nivel de decisión de riesgo “serio”. Esta situación plantea una amenaza significativa para la salud pública, y se cree que la contaminación pudo haberse originado del uso de aguas fecales para irrigar los cultivos
¿Cómo se contagia la hepatitis a?
La hepatitis A es una inflamación del hígado causada por el virus homónimo. El contagio ocurre principalmente a través del contacto fecal-oral. Esto sucede cuando un individuo sano consume alimentos o bebidas que han sido contaminados con las heces de alguien portador del virus.
En el ámbito doméstico, una vía común de transmisión es a través de la manipulación de alimentos por parte de una persona con las manos sin lavar. Aunque no es habitual, la transmisión a través del agua puede darse cuando esta se contamina con aguas residuales o no ha sido tratada adecuadamente.
Además, el virus se puede propagar por contacto directo y cercano con una persona infectada, como en el caso de relaciones sexuales que impliquen contacto bucoanal, pero no se transmite por interacciones casuales.
¿Cuáles son los síntomas de la hepatitis A?
La hepatitis A se caracteriza por síntomas como orina oscura, fatiga, fiebre, dolor articular e ictericia, entre otros, y aunque suele ser de corta duración, puede resultar en complicaciones graves, especialmente en individuos con condiciones hepáticas preexistentes o sistemas inmunológicos comprometidos.
La mayoría de las personas se recupera completamente de la hepatitis A sin daño permanente en el hígado, y una vez recuperadas, adquieren inmunidad contra futuras infecciones por este virus. Sin embargo, en casos raros, la hepatitis A puede provocar una hepatitis fulminante, una condición grave y de rápido progreso que puede llevar a una insuficiencia hepática aguda y ser potencialmente mortal.
Se diferencia de las variantes B y C por no provocar enfermedad hepática crónica. No obstante, puede generar síntomas debilitantes y, en casos poco frecuentes, desencadenar hepatitis fulminante o insuficiencia hepática aguda, con un alto riesgo de mortalidad. Según estimaciones de la OMS para 2016, la hepatitis A fue responsable de 7.134 fallecimientos a nivel global, lo que supone un 0,5% del total de decesos atribuidos a hepatitis víricas.
Esta enfermedad puede manifestarse de manera esporádica o en brotes epidémicos a escala global, presentando reapariciones periódicas. Los brotes vinculados a la ingesta de agua o alimentos contaminados pueden surgir de manera súbita y masiva, como el brote de 1988 en Shanghái, donde se infectaron más de 300.000 personas tras consumir almejas procedentes de aguas contaminadas con aguas residuales.
Además, pueden extenderse durante varios meses, propagándose de persona a persona. Los virus responsables de la hepatitis A son resistentes al ambiente y pueden soportar los tratamientos comunes aplicados en la producción de alimentos para eliminar o controlar bacterias dañinas.
Prevención
No hay ningún tratamiento específico para la hepatitis A, de modo que la prevención juega un papel crucial en la lucha contra esta enfermedad, siendo la vacunación la medida más efectiva, acompañada de prácticas higiénicas rigurosas, especialmente en lo que respecta al lavado de manos y al tratamiento de alimentos. La situación actual subraya la necesidad de una colaboración transfronteriza y de políticas de seguridad alimentaria que garanticen la salud de los consumidores y la integridad del mercado interior.
Este incidente no solo afecta la confianza de los consumidores en los productos importados, sino que también llama la atención sobre la importancia de acuerdos comerciales justos y seguros, como el Acuerdo Euromediterráneo de Asociación UE-Marruecos, que deben priorizar la salud pública y el bienestar de los ciudadanos. A medida que avanzamos, la transparencia, la regulación rigurosa y la vigilancia constante se convierten en pilares fundamentales para proteger a los consumidores y asegurar un futuro más seguro para la importación de alimentos.