Un hombre de Magdeburgo, Alemania, recibió 217 vacunas contra el SARS-CoV-2 en un lapso de 29 meses. Esta hito, que supera cualquier protocolo de vacunación conocido, nos sumerge en las profundidades de la respuesta inmunitaria humana frente a una exposición repetitiva a antígenos.
El protagonista de esta historia, un varón de 62 años, no solo desafió las recomendaciones nacionales de vacunación sino que también planteó interrogantes sobre los límites y posibilidades del sistema inmunológico humano. A pesar de la magnitud de su experimento personal, no se reportaron efectos secundarios relacionados con la vacunación, ni evidencia de infección pasada por SARS-CoV-2.
Sin embargo, la comunidad científica procedió a investigar las consecuencias inmunológicas de una hipervacunación tan extrema. El análisis se centró en los niveles de anticuerpos anti-pico del SARS-CoV-2, la capacidad de neutralización del suero, la presencia de células B específicas para el pico viral y las respuestas de las células T.
Curiosamente, los resultados mostraron un incremento en la cantidad de anticuerpos y células T específicas, sin un efecto marcado en la calidad intrínseca de las respuestas inmunitarias adaptativas.
¿Qué pasó en su sistema inmunitario?
Uno de los hallazgos más inusuales fue el cambio de subclases de los anticuerpos IgG a IgG4. Normalmente, los anticuerpos IgG juegan un papel crucial en la respuesta inmunitaria, neutralizando patógenos y facilitando su eliminación. Sin embargo, los IgG4 son conocidos por su capacidad de actuar de manera más “tolerante” dentro del sistema inmunitario, evitando reacciones inmunitarias excesivas. Este cambio podría reflejar una forma de adaptación del sistema inmune del individuo para manejar la constante exposición a los antígenos de la vacuna sin desencadenar una respuesta inflamatoria dañina.
Además, se observó un aumento en la frecuencia de las células B específicas para el pico viral. Estas células son fundamentales en la producción de anticuerpos que reconocen y se unen específicamente a la proteína de pico del virus SARS-CoV-2, impidiendo su capacidad de infectar las células humanas. Un aumento en estas células B específicas sugiere que el sistema inmunitario del individuo estaba potencialmente “mejor preparado” para reconocer y combatir el virus, si es que llegara a encontrarse con él.
El fenotipo más diferenciado de las células T observado se refiere a una maduración y especialización más profunda de estas células, cruciales para la respuesta inmunitaria celular. Las células T no solo ayudan a activar otras células inmunitarias como las células B, sino que también pueden matar directamente las células infectadas por el virus. Un fenotipo más diferenciado indica una respuesta inmunitaria adaptativa más robusta y específica.
La mayor sensibilidad de las células T CD8+ a los péptidos, encontrada en este individuo, es particularmente singular. Las células T CD8+, o “asesinas”, son capaces de reconocer fragmentos de proteínas virales presentados en la superficie de las células infectadas y eliminarlas. Una mayor sensibilidad significa que estas células T pueden activarse con niveles más bajos de antígeno, lo que podría sugerir una eficiencia mejorada en la identificación y eliminación de las células infectadas por el virus.
Sin embargo, esta sensibilidad elevada también plantea preguntas sobre la reactividad cruzada, donde las células T podrían reaccionar de manera excesiva o inapropiada ante antígenos similares pero inofensivos, potencialmente llevando a autoinmunidad o respuestas alérgicas.
Una pauta no aconsejable
Con todo, a pesar de estos hallazgos intrigantes, los investigadores advierten contra la interpretación de este caso como un aval para la hipervacunación. Las complejidades y riesgos potenciales de una exposición antigénica crónica aún son poco comprendidos, y este caso único no establece un precedente para prácticas de vacunación no convencionales.
Este caso resalta la importancia de continuar explorando los límites y capacidades del sistema inmunitario humano, al mismo tiempo que subraya la necesidad de adherirse a las pautas de vacunación basadas en evidencia.